JMN DESDE SU TRINCHERA |
Posted: 26 Nov 2012 01:00 AM PST FELIZ DÍA TÍA FLORIA: Yo soy un convencido de que lo más importante en la vida no es el poder, los bienes materiales, ni el dinero, es la vida. Por eso es que cuando veo una persona que esta más allá de los setenta años, le tengo un sentimiento de admiración y de envidia, de sana envidia; porque llegar a una venerable vejez es luchar hasta el último minuto, por una mayor experiencia de vida. Por segur viviendo, por seguir jodiendo. Y eso no es solo fruto de una buena salud, es fruto del azahar, de la divina providencia. De ese impredecible Dios en el que creemos, al que invocamos y al que rezamos, aunque no podamos ver. Hoy con unos tequilas adentro, que en las reuniones de Florita, la hija de mi Tia Floria, no pueden faltar (para dejar sentado nuestro ancestro mexicano) regreso medio movido, del noventa (90) cumpleaños de la Tía Floria, la última de las hermanas de mi padre que queda viva (mi tío Julio con sus venerables 93 años a cuestas sigue también todavía en pie) y no puedo dejar de escribir sobre el hecho; no tanto por esos noventa venerables años que bien valen la pena, por lo efímera que es la vida; sino porque el personaje, que es no solo la hermana de mi padre, sino mi madrina de bautizo; es la persona que más me ha hablado sobre esa parte de la vida de mi padre o de mis abuelos, que no conocí y de la que siempre me inquieto saber (como eran, que pensaban, que les gustaba) porque creo que la historia de una familia es tan importante como la historia de un país y porque sin un registro del pasado, ignoramos a nuestros abuelos o a nuestros bisabuelos y la humana historia de nuestros antecesores en su vida cotidiana, que termina finalmente siendo parte de la nuestra. Yo llevo con orgullo mi mestizaje; mi negritud y mi choledad. Mi abuela materna Graciana (la madre de mi padre y de la Tía Floria era una india nacida en México, en Tehuacan, Puebla, que termino dejando sus huesos en estas tierras como producto de la violencia Revolución Mexicana) mi abuelo materno Felipe, era de coló y aunque su mujer (mi abuela Luisa) era hija de un inmigrante francés, el café con leche de sus hijos, aunque se blanquee en alguno de ellos, tiene de mandinga. Y como la familia materna termina siendo mayoritariamente hincha de Alianza Lima, esto define el color. Más allá de alambicadas explicaciones sobre el mestizaje y el color de mi familia (que es común a todos los peruanos que a pesar de ello choleamos sin razón y sin sentido) lo concreto y lo real, es que la Tía Floria cumple hoy 90 años, que tiene los ojos celestes como el abuelo Eusebio, al que me hubiera gustado conocer para dar y recibir el cariño que me dejo en los labios la abuela Luisa, la madre de la Maricucha, mi madre a quien aunque poco si disfrute. Es en tal virtud ,que yo no puedo dejar de escribir sobre lo que no he podido expresar a la Tía Floria, en hechos concretos, en palabras mayores: Que la quiero. Porque como sucede en muchas familias, terminamos por diversas razones, más vinculados a la familia de uno de nuestros progenitores, lo que no significa que no nos sintamos unidos a la familia del otro progenitor. Yo aunque no sea hincha de Alianza Lima, he vivido más cerca de los Navarrete que de los Mansilla, porque mi padre cuando se caso, dejo el Callao y se fue a vivir a Pueblo Libre. Pero esa es otra historia que tiene que ver con que yo se hincha del glorioso SPORT BOYS. Observar a la Tía Floria, vital, lúcida, feliz, ha sido para mi muy gratificante por el sentimiento que despierta. No la veo a menudo, no converso seguido con ella; lo que no digo que este bien, aunque sea real. Real como esa impresión que se da cuando sientes que la sangre y el corazón nos llaman. Cuando estas en situaciones que te recuerdan tu infancia, el cariño de la familia. La venerable ancianidad de nuestros mayores; personas a quienes a lo largo de tu vida no has podido decirle en su cara pelada: Tía te quiero. |
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